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Un velo en cabeza allea

Un velo en cabeza ajena

Próximamente se conmemora el día de la mujer trabajadora y son muchos los actos que se producen a lo largo y ancho de nuestra geografía con motivo de este día. Una fecha para el recuerdo y la reivindicación de los derechos de las mujeres, pero que también requieren de una reflexión profunda sobre las causas que a día de hoy siguen incrementando la brecha social y salarial que se cierne sobre nosotras.

A lo largo de estos días conoceremos los distintos estudios, que corroboran la realidad diaria de muchas mujeres y que ponen en evidencia a ciertos sectores que se esfuerzan en decir todo lo contrario. Sin embargo en estos primeros días de marzo, llama mi atención y curiosidad el comportamiento de la dirección de un centro educativo de Arteixo, que mantiene en vilo a una familia, cuya hija de 11 años acude con hiyab a clase.

Lamentablemente, de nuevo, la ambigüedad de una normativa de un centro educativo, y la venda virtual que llevamos incrustada en nuestros ojos, nos impide ver nuestra propia realidad, y es que a nadie se le ocurre tratar de convencer a una monja de que no lleve su velo o cofia cuando da clases en un colegio, cuando accede a un edificio público o camina por la calle. Cada uno es muy libre de opinar sobre los velos de las mujeres musulmanas o de las religiosas católicas, pero no es de recibo que critiquemos el velo en un caso, cuando no lo hacemos en el otro. Básicamente se trataría de aplicar la coherencia en lugar de los tópicos y en esforzarnos solo un poco en buscar información antes de decir lo primero que nos salga de las vísceras.

Lanzamos pestes sobre los países en los que las mujeres, incluidas las extranjeras son obligadas a usar velo y donde sus derechos se reducen hasta límites insospechables, mientras presumimos de nuestra forma de vida, de nuestra tolerancia y de lo demócratas que somos; pero a la primera de cambio, les damos con la tolerancia en las narices pidiendo que cumplan con rigurosa exquisitez nuestras normas Españolas.

Mientras exigimos este estricto cumplimiento de nuestra maravillosa normativa a quienes culturalmente son diferentes, los exquisitos ciudadanos-modelo, defraudamos a Hacienda, eludimos pagar el IVA, nos saltamos stops y semáforos, cruzamos fuera de los pasos de peatones, pagamos de forma diferente a las mujeres que realizan el mismo trabajo que un hombre, despedimos a las embarazadas, utilizamos datos falsos para matricular a nuestros hijos en determinados centros educativos, ocultamos ingresos para obtener subvenciones, o fingimos una baja laboral para acudir a un concierto o a la final de un partido de fútbol en algún país europeo………Todo un ejemplo de rigor moral y legal, que sin duda, es la causa de que veamos siempre el velo en cabeza ajena sin ver el nuestro en el ojo.

Beatriz Vázquez Monroy

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