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O xantar fraternal da “calle do Can” en Burela

EL ALMUERZO FRATERNAL DE “A CALLE DO CAN” EN BURELA

La proverbial solidaridad fraternal de Burela plasmada hoy en un almuerzo

Burela a 29 de octubre de 2011

Un dibujante español de carteles conocido como Batardo, refiriéndose a las generaciones nacidas tras la guerra civil española, plasmó en uno de ellos, una figura y unas palabras que siempre me impactaron. En el cartel en cuestión aparecía la imagen de un soldado caído en el suelo muerto, y en su mano inerte sostenía una granada de mano que no había podido lanzar. Debajo de aquella imagen, estaba la siguiente frase: “En el año 1942, cuando yo nací, todos habíamos perdido”.

Han pasado los años y esas características de los bureleses, se han podido apreciar, constatándose en el día a día, y también verificar de forma visible y palpable, en esa demostración ejemplar de ausencia de racismo o xenofobia hacia los inmigrantes extranjeros, quienes son hoy ejemplo viviente de esa solidaridad fraternal burelesa, y que ellos mismos han manifestado en múltiples ocasiones, el haber sido objeto de la misma, pudiendo comprobarse, como estos han podido integrarse plenamente en esta tierra que ni en el año 42, tras haber padecido carencias muy acentuadas, ni en ninguna época pasada o reciente, se resignó a perder, ese su muy peculiar y especial don de la solidaridad fraternal, siendo a su vez la nota destacada de su constante triunfo y progreso, esa solidaridad especial y fraternal que cada burelés sin excepción posee, como un legado ancestral heredado de sus mayores que, sale a relucir, precisamente en los momentos significativos, como son esas horas difíciles de tragedia, que surgen a lo largo de la historia de los pueblos marineros, pues siempre que esto ha sucedido, Burela hace aflorar como impulsado por no se sabe que resorte genético, esa su heroica y ejemplar solidaridad.

Hoy, muchos bureleses, tornamos la vista atrás y nos sumergimos en el recuerdo de unos tiempos idos, en los que inconscientemente dada nuestra corta edad, vivimos esa solidaridad fraternal, y que por aquellas fechas, nuestra mente infantil y luego adolescente, aprendió a fraguarse; y así podemos verlo, a lo largo de las páginas del valioso libro que sobre la Historia de nuestro pueblo, nos legó a todos, quien fuera nuestro Primer Cronista Oficial, y preclaro burelés ejemplar, Don Ricardo Pena Domínguez; libro donde podemos apreciar que, sólo el incansable trabajo, junto con ese don ejemplar de la solidaridad fraternal, han sido la constante del pasado histórico de Burela; dones que, todos los bureleses y burelesas, deseamos continúen siendo la premisa esencial de nuestro futuro.

Yo he vivido, en cuatro de las zonas o barrios, de los cinco que por entonces tenía Burela en la practica como núcleos habitados; nací en la casa de la “señora Brígida”, frente al entonces café de “Pancho”, posteriormente , “Casa Marta”, en la entonces denominada, “carretera general”, y hoy Avda. de Arcadio Pardiñas, donde el señor Evaristo, fue poseedor del arte de saber hacer el mejor café express o “cortado” que jamás he podido saborear nunca en toda mi vida, incluso durante mis recientes estancias y en mi nueva residencia en Colombia o en Costa Rica, países cafeteros por excelencia, en los que como buen adicto al café, intenté lograr saborear un buen “cortado” como los que me hacia Evaristo, pero siempre han sido vanos mis intentos, porque jamás he podido lograrlo.

Recuerdo la zona del puerto, cuando vivía justo donde en la actualidad se ubica el moderno Centro de Salud, al igual que recuerdo el pequeño puerto de la época, y la playa donde los niños bureleses pasábamos horas cogiendo cangrejos, bañándonos y pegándonos carreras por esa playa del puerto, hoy ya inexistente, o por la pequeña y familiar playa, también hoy desaparecida, de Cástrelo.

Años más tarde residí aquí, en la así llamada “calle do Can”, hoy Rua Pascual Veiga, y fui aun mas consciente de esa solidaridad y hermandad típica de las gentes de Burela, pudiendo asegurar que incluso durante mis años como emigrante, donde suele darse esa nota de la solidaridad, de forma especial; aun así nunca fui testigo, de valores solidarios tan arraigados y profundos, como aquella solidaridad fraternal que presencié en la Burela de mis años de adolescente, y más tarde, como un joven burelés más; y que conste que, en mis años de emigrante, siendo secretario y vicepresidente, de uno de los más grandes centros gallegos de la emigración en Europa, como lo era el “Centro Gallego de Saint Gallen” en Suiza, allá por las décadas de los sesenta y los setenta, pude ser testigo de muchos actos de solidaridad entre paisanos, al igual que lo fui cuando presté mis servicios en la por entonces denominada, Agregaduría Laboral a la Embajada de España en Berna; primero como asistente social, y posteriormente como encargado del departamento, de la organización de los cursos de formación profesional, destinados a los inmigrantes españoles que trabajaban en la Confederación Helvética. Pues bien, durante esos casi trece años como emigrante, jamás vi. nada que se pudiera igualar a ese hecho caracteristico de la solidaridad fraternal burelesa; solidaridad que aun continúa vigente, superando barreras raciales y culturales en estos tiempos.

También residí en la zona de Burela que, venía a ocupar casi el centro del pueblo por entonces; la zona denominada “ As Guridas” o “Guridas do Campo”, la que recuerdo muy bien, por ser en la misma, donde aprendí a apreciar y a respetar toda clase de animales; perros, gatos, pájaros, etc. aquella vaca que tenían mis padres llamada “A Marela”, y que les regaló, la tan por mi querida y recordada mujer, a quien siempre le llamé de forma cariñosa, tía Eduarda, conocida en Burela como “a señora Eduarda de Mariñeiro”, que era la madre de Don Ricardo Pena Domínguez, el sacerdote que tanto amó a su pueblo natal, y que sin lugar a dudas, de estar vivo, sería el primero en estar entre nosotros, en calidad de destacado vecino de, “A calle do can”, éste insigne burelés ejemplar de pro, que llegó a ser el Primer Cronista Oficial de Burela.

Recuerdo igualmente, lo mucho que disfruté paseando en la burrita que en ocasiones, tan gentilmente me prestaba, aquella mujer tan querida e inolvidable, que vendía el más rico pescado, conocida por los bureleses como, María de Esperanza. Y así podría continuar enumerando montones de gratas vivencias de mi niñez y de mi juventud, al igual que podría enumerar multitud de ejemplos de esa solidaridad fraterna burelesa; pero que de hacerlo así, además de tener que escribir cientos de folios, aun sería casi un posible, por correr el riesgo de olvidar muchos ejemplos de tal solidaridad; de ahí que, es mejor el señalar este don singular de los vecinos de Burela , generalizando, y dejando los hechos concretos, para las páginas de la historia de Burela, a buen seguro que seguro Don Benjamín, el actual Cronista Oficial, con su magistral y prolífico estilo, sabrá como nadie plasmar, dándole vida y pasión a tales hechos, labor meritoria que no podemos permitir que pase nunca desapercibida; de ahí que, desde esta tribuna de papel y también desde la moderna tribuna digital de Internet que es, CRONICA 3, deseo darle las más sinceras gracias, tanto por su encomiable labor, primero como Párroco de Burela, luego como Profesor de Religión, y ahora como Cronista Oficial de Burela, tareas que siempre ha desempeñado a la perfección, con gran acierto y profunda humildad, siendo en todo momento, al margen del oficio que ejerciera en cada una de esas etapas, el sacerdote amigo y ejemplar que unió toda su vida desde su llegada, al pueblo de Burela, a su historia y a sus gentes; historia burelesa, donde él mismo ha tenido un meritorio protagonismo por determinados y muy importantes logros, los cuales no viene a cuento ahora el comentar, pero que se que están dentro del corazón, de tantos y tantos bureleses y burelesas.

Este pueblo, en la que sus gentes de laboriosidad ejemplar, han sido los únicos artífices a la hora de la verdad y entre múltiples vicisitudes, lograron hacer que Burela, sea de verdad una tierra llena de promesas de futuro, y un pueblo de perenne amanecer; por eso tal vez, en aquel año de 1942, “cuando todos habíamos perdido”, tras una guerra civil fratricida entre hermanos, en este pueblo de Galicia que es Burela, la solidaridad fraternal estableció su cuna, señalando un camino a seguir, de una vigencia indiscutible; una senda fecunda que, es incuestionable a la hora de poder comprender el presente de Burela. Ese factor característico y decisivo, no ha sido otro que el de esa solidaridad fraternal que, desde siempre en Burela, se convirtió en historia creadora, la cual llegadas determinadas fechas, tales como las fiestas patronales, o en citas fraternales como la de hoy, aquí esta zona de en nuestra querida Burela, en que nos reunimos los bureleses y burelesas aquí presentes, en un ágape como no podía ser menos, fraternal y pleno de memoria, enriquecido y saturado de nostalgias y añoranzas, portando un don de amor para con una de las más típicas, antiguas y también de las más significativos lugares de Burela, que es el que siempre conocimos por; “A calle do can”, rememorando con sentimiento de profundo agradecimiento, este nuestro tributo de homenaje y de admiración, a esta porción tan fecunda y a la vez tan representativa, de nuestro querido pueblo; y como “es de bien nacidos el ser agradecidos”, aquí estamos estos bureleses y burelesas, tanto de nacimiento como de adopción, agradecidos y a la vez orgullosos de ser de Burela, y por si eso ya de por si no fuera poco, el estar o el haber estado de una forma u otra, vinculados a “A calle do can”, viene a ser como el colofón que nos otorga y confiere, una especie de singular ciudadanía burelesa de pro.

Es por todo lo manifestado, el que confío, espero y hago votos, para que esto que hoy comienza como una xuntanza o reunión fraternal y solidaria de bureleses y burelesas compartiendo, nunca mejor dicho, mesa y mantel; sea también el hito que marque, el inicio de algo que se proyecte en un futuro próximo, en la vida de cada uno, de los que en el día de hoy, estamos presentes en este almuerzo fraternal de, “A calle do can” de Burela.- Que así sea.

Eduardo A. Domínguez Vilar

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