Site icon Crónica3.com A Mariña

Aquela muller anónima

Aquella mujer anónima

Ocurrió de madrugada, tenía 17 años y creo que era Viernes. Supongo que era verano porque la persiana estaba medio bajada y la ventana abierta de par en par. Hacía zapping desde una esquina del sofá, intentando encontrar algo entretenido en la televisión, sin conseguir que nada llamara mi atención más de 2 minutos. De repente, dejé de mirar la pantalla para prestar atención a unos gritos que venían de la calle y que parecían de una mujer. Me levanté del sofá y agaché mi cabeza a la altura del hueco de la persiana que quedaba entreabierta y observé que al otro lado de la calle, en la urbanización de en frente, una pareja discutía acaloradamente. Eran altos, bien vestidos y casi puedo asegurar que guapos, lo que llamamos una pareja “diez”. Permanecían de pie al lado de un deportivo rojo que estaba aparcado de espaldas a ellos. El le gritaba cerca de la cara y ella se mantenía allí a su lado, soportando aquellas palabras que no puedo precisar, pero que desde la distancia, se me antojaban humillantes, de desprecio; a cada poco, la mujer gritaba, contestando con la cabeza baja como si intentara con sus gritos defenderse de quien a buen seguro, no la escuchaba.

Después la agarró del brazo y la llevó hacia el coche, hacia la puerta del copiloto y allí a a empujones consiguió meterla dentro. En ese momento salí corriendo hacia la habitación de mi madre, que dormía. Para entonces ya había apagado la tele, y las dos nos asomamos a través del hueco de la ventana y volvimos a escuchar los gritos que salían del coche. Mamá corrió hacia el teléfono y llamó a la policía nacional, mientras yo seguía escuchando atónita los gritos que rompían el silencio de la noche, mientras pensaba en voz alta: ya vienen, aguanta por favor….

Al poco, distinguimos las luces azules que avanzaban por la cuesta que daba acceso a la urbanización y entonces respiré aliviada mientras la patrulla de la policía se situaba al lado del coche rojo y enfocaba con una linterna. Se abrió la ventanilla y después de no más de un minuto de conversación, los policías se fueron. Yo no entendía nada. Miré a mi madre intentando que ella me diera respuestas pero ninguna de las dos conseguíamos entender porqué las personas aguantaban ciertas situaciones y malos tratos y ahora pienso: afortunadamente!.

La pareja se fue en su deportivo rojo y yo pasé varios días maldiciendo a aquella mujer anónima por no dejarse “salvar”. Pasado este tiempo, con toda la información y la formación de la escuela de la vida, no dejo de arrepentirme de aquellos días en que maldecía a una mujer maltratada, porque no comprendía lo que pasaba por su cabeza para no salir corriendo, y dejando a aquel individuo allí plantado.

Me congratulo en cambio, de no haber entendido aquella situación como normal, de que mi madre cogiera el teléfono y llamara a la policía y de que aquel maltratador y sus actos no pasaran desapercibidos aquel viernes por la noche. Tambien me pregunto como es posible que en el entorno de una urbanización repleta de viviendas y a solo unos metros de aquel coche rojo, nadie más escuchara aquellos gritos que mi madre y yo oíamos perfectamente desde una calle más alejada y separada por unas vías del tren.

016, teléfono de atención al maltrato

Beatriz Vázquez Monroy

Exit mobile version