Aquella mujer anónima
Después la agarró del brazo y la llevó hacia el coche, hacia la puerta del copiloto y allí a a empujones consiguió meterla dentro. En ese momento salí corriendo hacia la habitación de mi madre, que dormía. Para entonces ya había apagado la tele, y las dos nos asomamos a través del hueco de la ventana y volvimos a escuchar los gritos que salían del coche. Mamá corrió hacia el teléfono y llamó a la policía nacional, mientras yo seguía escuchando atónita los gritos que rompían el silencio de la noche, mientras pensaba en voz alta: ya vienen, aguanta por favor….
Al poco, distinguimos las luces azules que avanzaban por la cuesta que daba acceso a la urbanización y entonces respiré aliviada mientras la patrulla de la policía se situaba al lado del coche rojo y enfocaba con una linterna. Se abrió la ventanilla y después de no más de un minuto de conversación, los policías se fueron. Yo no entendía nada. Miré a mi madre intentando que ella me diera respuestas pero ninguna de las dos conseguíamos entender porqué las personas aguantaban ciertas situaciones y malos tratos y ahora pienso: afortunadamente!.
La pareja se fue en su deportivo rojo y yo pasé varios días maldiciendo a aquella mujer anónima por no dejarse “salvar”. Pasado este tiempo, con toda la información y la formación de la escuela de la vida, no dejo de arrepentirme de aquellos días en que maldecía a una mujer maltratada, porque no comprendía lo que pasaba por su cabeza para no salir corriendo, y dejando a aquel individuo allí plantado.
Me congratulo en cambio, de no haber entendido aquella situación como normal, de que mi madre cogiera el teléfono y llamara a la policía y de que aquel maltratador y sus actos no pasaran desapercibidos aquel viernes por la noche. Tambien me pregunto como es posible que en el entorno de una urbanización repleta de viviendas y a solo unos metros de aquel coche rojo, nadie más escuchara aquellos gritos que mi madre y yo oíamos perfectamente desde una calle más alejada y separada por unas vías del tren.
016, teléfono de atención al maltrato
Beatriz Vázquez Monroy