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Novembro, don Juan Tenorio e exame de conciencia

NOVIEMBRE, DON JUAN TENORIO, Y EXAMEN DE CONCIENCIA

Indefectiblemente, como cada año y con cronológica precisión, llegado noviembre, el mes de los muertos, llega también a las carteleras españolas, el Don Juan Tenorio de Zorrilla.

Subrayo lo de Zorrilla, porque Don Juan Tenorio no es español. Llegó a España desde otros países de Europa empujado por el huracán del Renacimiento.

Fue en el siglo XVI, cuando el fraile y teólogo, Tirso de Molina, escribió un Don Juan Tenorio, en el que el personaje principal, era echado a las llamas del infierno.

Dos franceses destacados en la historia de la literatura; Juan Bautista Molièr en el siglo XVII y Alejandro Dumas (padre) en el siglo XIX, también compusieron piezas de teatro con el personaje de Don Juan Tenorio, como elemento principal. Tanto Molièr como Dumas, singuen la línea de Tirso de Molina. Don Juan se perpetúa en las llamas del infierno.

¿Por qué siempre nos llega cada año por el mes de noviembre, el Don Juan Tenorio de Zorrilla?…¿Por qué se ignoran otras versiones?…¿Qué diferencia a Zorrilla de Tirso de Molina, Moliér, Dumas y otros ilustres que han escrito sobre el mismo personaje? Pues en mi modesta opinión, sí que existe una diferencia muy importante. Zorrilla no condena a Don Juan Tenorio. Lo salva en el último instante. Es la salvación por amor.

La escena final que nos presenta Zorrilla sobrecoge. Don Juan logra soltarse de la mano del muerto Don Gonzalo, quien lo quiere arrastrar al infierno. Y en su angustia grita: “Yo, ¡Santo Dios!, creo en ti; si es mi maldad inaudita, tú piedad es infinita…Señor ten piedad de mi.”

La maldad humana es inaudita, verdad. La piedad de Dios es infinita, verdad aun más grande.

Zorrilla contrapone el Dios de la misericordia al Dios de la justicia. El Dios del perdón al Dios de la venganza.

¿Qué no se sostiene lo que he escrito con las teologías de determinados teólogos?

Que me dejen en paz a mi, estos y otros “justos” paladines y heraldos de la ira divina, porque a mi me traen “al pairo” y me importan un comino, las interpretaciones de los ilustres teólogos de turno, tanto del pasado, como del presente. Yo, aquí, solo pretendo hacer literatura y cierta crítica de actualidad, no establecer doctrinas y dogmas.

Zorrilla ya advirtió contra esos recelos dogmáticos-teológicos de moralina desteñida y descafeinada, y por ello, hacia el final de su obra, escribe: “Sólo en vida más pura, los justos comprenderán, que el amor salvó a Don Juan al pié de la sepultura.”

Eso: Allá lo comprenderemos todo. Allá sabremos quien fue quien en el más acá. Lo sabremos absolutamente todo, porque sabremos incluso si tras sostener una conversación, por ejemplo, pongamos por caso, en una gasolinera, y tras realizar un examen de conciencia, resultará el que podamos estar seguros o no, de no tener ningún remordimiento de conciencia. Y de ser así, tal vez se nos ilumine la mente, para entender el comentario que en su día hizo, Jesús de Nazaret, referido a una mujer de conducta dudosa, cuando manifestó: “ Sus muchos pecados le son perdonados porque amó mucho.”

Eduardo A. Domínguez Vilar

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