Mujer, maternidad, familia, Laponia
Con los índices de natalidad por los suelos en un país que se hace viejo, sorprenden las declaraciones de las personas que ahora tienen responsabilidades de gobierno, haciendo defensa a ultranza del derecho a la vida del no nacido, mientras que el poder legislativo que ostentan vía reforma laboral, ataca directamente al bienestar de ese niño y su familia justo en el momento en el que nace, por la presión social y laboral que supone disfrutar de la baja materna o paterna, la lactancia y todo lo que implica la crianza de un hijo (permisos por vacunas, revisiones, enfermedades, etc); si tienes un hijo o una persona mayor dependientes, el vía crucis está asegurado y lo más probable es que se frustren tus oportunidades laborales de por vida. Si eres mujer, ni te cuento.
Con este panorama, las Leyes de apoyo a la familia del PP me dan pena, porque no puedo permitir que me den la risa; el caso es traer niños al mundo, de la forma que sea, y una vez llegan, que se apañen ellos, sus padres y su familia. Pero queda bonito decir que defiendes la vida, como si la vida se acotara al tiempo que pasan nuestros hijos en la barriga.
Con padres mileuristas o en paro, pagando libros, pagando consultas privadas por la tardanza en la sanidad pública, solicitando permisos laborales para desplazarse a Lugo o a Coruña con hijos o mayores para operaciones simples, con comedores escolares sin recibir las subvenciones que los sustentan, reduciendo el apoyo de profesorado para niños con necesidades especiales, reduciendo las asignaciones a la dependencia, etc, etc, solo me queda dar las gracias por nada, aún a riesgo de que parezca poco sensible con la situación calamitosa del país.
Mientras conduzco hacia A Coruña, en la radio suena la cantinela de Feijóo sacando pecho por tener poco déficit y pienso en la suerte que tiene el presidente de la Xunta, que ha descubierto la forma de ahorrar y que consiste en no pagar y que paguen los demás. Una lumbrera, oiga!
Beatriz Vázquez Monroy