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Muller, maternidade, familia, Laponia

Mujer, maternidad, familia, Laponia

A las 06:45 h suena el reloj, tras una noche en la que apenas pegas ojo. El Apiretal y el Ibuprofeno parece que han conseguido bajar de momento la fiebre. Valoras si llamar al trabajo para quedarte a cuidar de tu hijo, pero aunque nadie es imprescindible, sabes que si no vas a trabajar hoy, nadie va a realizar tu trabajo diario y el resultado será que se acumula para los próximos días. Piensas en acostarte temprano hoy para suplir el sueño de estos días, aunque sabes de antemano que va a ser imposible. El papá no está, porque le ha tocado ir a trabajar a Algeciras (o a efectos prácticos, a Laponia), y es que en contra de lo que opinan los que representan a cierta clase de empresarios, la mayoría de los ciudadanos de este país hace ya mucho tiempo que sabemos lo que es la movilidad geográfica y la ejercemos, ¡vaya que la ejercemos!. Tengo suerte, y la familia, como siempre, sustituye la falta de cobertura social de las situaciones cotidianas de muchos padres y aunque agotada, puedo acudir a trabajar con casi 400 km de desplazamiento que me esperan (Rossel y la CEOE estarían hoy orgullosos de mi).

Con los índices de natalidad por los suelos en un país que se hace viejo, sorprenden las declaraciones de las personas que ahora tienen responsabilidades de gobierno, haciendo defensa a ultranza del derecho a la vida del no nacido, mientras que el poder legislativo que ostentan vía reforma laboral, ataca directamente al bienestar de ese niño y su familia justo en el momento en el que nace, por la presión social y laboral que supone disfrutar de la baja materna o paterna, la lactancia y todo lo que implica la crianza de un hijo (permisos por vacunas, revisiones, enfermedades, etc); si tienes un hijo o una persona mayor dependientes, el vía crucis está asegurado y lo más probable es que se frustren tus oportunidades laborales de por vida. Si eres mujer, ni te cuento.

Con este panorama, las Leyes de apoyo a la familia del PP me dan pena, porque no puedo permitir que me den la risa; el caso es traer niños al mundo, de la forma que sea, y una vez llegan, que se apañen ellos, sus padres y su familia. Pero queda bonito decir que defiendes la vida, como si la vida se acotara al tiempo que pasan nuestros hijos en la barriga.

Con padres mileuristas o en paro, pagando libros, pagando consultas privadas por la tardanza en la sanidad pública, solicitando permisos laborales para desplazarse a Lugo o a Coruña con hijos o mayores para operaciones simples, con comedores escolares sin recibir las subvenciones que los sustentan, reduciendo el apoyo de profesorado para niños con necesidades especiales, reduciendo las asignaciones a la dependencia, etc, etc, solo me queda dar las gracias por nada, aún a riesgo de que parezca poco sensible con la situación calamitosa del país.

Mientras conduzco hacia A Coruña, en la radio suena la cantinela de Feijóo sacando pecho por tener poco déficit y pienso en la suerte que tiene el presidente de la Xunta, que ha descubierto la forma de ahorrar y que consiste en no pagar y que paguen los demás. Una lumbrera, oiga!

Beatriz Vázquez Monroy

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