DIÁLOGO POR BESUGOS
-¡Hola, Pi! ¿Cómo te va, hombre?
-¡Hola, Fu! No tan bien como a ti. Fíjate qué barriga estás echando. Te
dan buena vida en el Castillo ¿Eh?
-Bueno, no me puedo quejar, para eso soy el presidente. Tú también lo has
sido durante ocho años, nada menos. Supongo que te habrás dado cuenta de
que al presidente todo el mundo le hace la pelota.
-Bueno, yo, más que presidente, era el dueño. Yo hice y deshice lo que me
dio la gana. Cada vez que un directivo pretendía llevarme la contraria,
“-¡Fuera! Tú no sirves”. Y se largaban con el rabo entre las piernas.
-¿No sería, más bien, que te abandonaban? –dijo Fu.
-Bueno; llámale como quieras. El caso es que siempre encontré algún tonto
que les supliera. Me daba igual que fuera hombre o mujer, tonto o listo,
tuerto o vizco. Como yo era el dueño…
-El caso es que también se te fueron más de la mitad de los socios del
Castillo. De 1.197 que había cuando tú entraste de presidente…
-De Dueeño –interrumpió el Pi.
-Bueno, pues eso. Decía que de casi 1.200, me has dejado con la mitad o
menos –dijo Fu-. Y ahora como también se me están marchando a mí, no voy
a tener más remedio que darle el Castillo al Ayuntamiento. A Portos de
Galicia, no, que no me llevo bien con ellos.
-Si los pocos socios que quedan te lo consienten… Avante, maquinista.
-Los socios que quedan son cuatro amigos míos, como tú, y no hay problema.
Ya se lo dije al alcalde y al otro y están encantados, porque así tienen un
edificio más, totalmente gratis –dijo Fu.
-Muy bien; el caso es que, entre los dos –me refiero a ti y a mí- no
permitiremos que una Sociedad privada, sin ánimo de lucro, como es el
Castillo de Viveiro, llegue a celebrar sus cien años de existencia, se
quedará en 97 ó 98.
Como decían los gladiadores de la antigua Roma: “¡Ave, Caesar, morituri
te salutant!”.
JAAA.