21 DE OCTUBRE: UNA CONVOCATORIA FRUSTRANTE
Una carnavalada, perfectamente orquestada y disimulada bajo la apariencia de legalidad democrática, para obtener el refrendo de un pueblo engañado a lo largo de todos estos años. Es el reclamo de un sistema político dominado por un grupo de familias y clanes privilegiados que eligen la política como medio de vida permanente para vivir a costa de los ciudadanos, engañando al pueblo con un falso Estado de Bienestar del que en realidad sólo ellos disfrutan. Una nueva convocatoria de la cupulocracia, verdadera responsable de la burbuja inmobiliaria, del colapso de las cajas de ahorro, del estado de impunidad de los grandes delincuentes del mundo financiero, de la burbuja de la construcción y de las energías renovables, de las muchas y costosas infraestructuras innecesarias, de la corrupción generalizada de la clase política, del desempleo de casi seis millones de personas, del avance de la pobreza en la gran clase media española y, en definitiva, de la actual crisis de España que padecemos, y sobre la que ni tienen diagnóstico ni estrategia. Con esta convocatoria pretenden hacernos creer que, confirmando o cambiando a un partido por otro, nuestros problemas se acaban. Infaustos gestores que, ante el dinero público, que en los tiempos de bonanza se encontraron a raudales entre sus manos, se volvieron locos y ciegos, como aquel alcalde de mi pueblo que, ante la reclamación de un concejal de la oposición en un pleno municipal, contestaba sacando pecho, orgulloso y ciego: “¿Será por dinero?”
Esta nueva llamada a las urnas choca hoy frontalmente con una sociedad avocada a la pobreza y a la insuficiencia de recursos para sobrevivir, consecuencia de un insostenible Estado de las Autonomías, económicamente inviable. Un sistema político que ellos solitos se montaron para su propio beneficio económico de clase y medio permanente de vida a costa del sudor de un pueblo, hoy debilitado y empobrecido con impuestos confiscatorios, provocando el colapso total de la economía del país. Una convocatoria engañosa para “votar” en un sistema de listas cerradas, concebido en su origen para consolidar y fortalecer a los dirigentes de los dos grandes partidos políticos nacionales mediante la obediencia de sus militantes para contrarrestar así los posibles desmanes de las autonomías en unos momentos de democracia incipiente y dubitativa. Pero salió el tiero por la culata, pues la desmedida ambición de los llamados barones autonómicos, dedicados a la captación de rentas, acabó imponiéndose sobre las cúpulas de sus propios partidos hasta convertir a España en una piltrafa política y económica, dividida y arruinada. Un régimen político donde los políticos profesionales, corruptos y corruptores, divorciados de su pueblo, se han atrincherado, rechazados por una importante mayoría de los ciudadanos que hoy los considera el primer gran problema de España por ser la causa y el origen de todos sus males y a la que han convertido en una cloaca en la que los ciudadanos ciertamente disfrutan de libertad civil, pero no política.
Y frente a este triste panorama que nos rodea las actuales cúpulas que dirigen la partitocracia española, es decir, los cupulócratas, empecinados en sostenella y no enmendalla, hacen sonar la trompeta de nuevo convocando al pueblo a las urnas en Galicia para invitarlo a “votar” a unas personas que ellos mismos previamente han elegido y puesto en las listas sin contar con los electores a quienes pretenden arrancar el “sí bwana” de siempre. Una engañosa simulación democrática en la que se le niega al pueblo su derecho a delegar el ejercicio de su poder en unas personas concretas elegidas libremente por él. Un verdadero acto de usurpación del derecho natural que tienen los ciudadanos en democracia a elegir a las personas que han de representarlos y ejercer en su nombre la gestión de gobierno. Un sistema corrupto que imposibilita así el debido control subsiguiente que el elector debe ejercer sobre el elegido en el ejercicio de la delegación que le otorga. Control que en este falso sistema democrático que padecemos recae únicamente dentro del ámbito del propio partido que, independientemente del resultado de la buena o mala gestión del representante, a veces nefasta como hemos tenido a menudo que soportar, podrá volver a ponerlo en las listas de la siguiente convocatoria, como de hecho muchas veces sucede.
Y ante esta convocatoria cabe hacerse la siguiente pregunta: ¿sirve para algo nuestra presencia en las urnas entrando así al juego que nos proponen con su baraja marcada? ¿Sirve de algo “votar” para confirmar a unas personas que, no sólo no nos representan, sino que únicamente defenderán los intereses políticos de quien los pone en las listas? ¿Qué respuesta merece esta convocatoria? ¿Puede el ciudadano participar mediante su presencia en las urnas en los instrumentos de un sistema político que niega al pueblo el derecho a elegir a sus representantes y sólo le otorga la posibilidad de confirmar a los candidatos que los propios partidos proponen? ¿Por qué se les llama “electores” a quienes únicamente se les otorga la posibilidad de “optar” por uno entre los varios partidos que se presentan? ¿Y si en realidad se trata de elegir a un partido político entre otros, qué diferencia hay realmente entre ellos para decidirse por uno o por otro? ¿O es que no se dedican todos por igual a defender sus propios intereses de clase frente a los intereses de los ciudadanos? Todos ellos defienden por igual la existencia de sus prebendas, un inútil Senado con sus vergonzosos traductores, las Diputaciones y las Autonomías, ambas convertidas en refugio de sus protegidos. Muchos se dedican impunemente a dilapidar el dinero de los ciudadanos para llevárselo a Suiza, Beliza o las Caimán, creyendo que el dinero público, como decía aquella famosa ministra de (in)cultura de ZP, “en teoría es de los ciudadanos hasta que alguien como yo le hecha el guante”. Todos tienen sus Gurtels o sus EREs. Todos utilizan por igual nuestro dinero para colocar a sus afiliados o afines como asesores o administradores de las innumerables empresas inútiles creadas ad hoc para ellos. Todos por igual usan y abusan de coches oficiales, privilegios, dietas, pensiones y sueldos vitalicios varios, como ese alto cargo del Consejo General del Poder Judicial que pedía 280.000 euros de indemnización tras su cese en el cargo o el diputado orensano, Guillermo Collarte, que se lamenta porque “las pasa canutas” con su sueldo de 5.100 euros mensuales o el “que se jodan” de la diputada Andrea Fabra en el Congreso de los Diputados, mientras seis millones de parados se debaten en una titánica lucha por la supervivencia. Todos por igual defienden con uñas y dientes su escandaloso Estado de Bienestar a costa del nuestro que agoniza lentamente. Todos por igual utilizan la prensa convirtiéndola en sus terminales ideológicos para la defensa de sus intereses. En resumen, todos son responsables del desgobierno y el expolio que este país viene padeciendo desde hace ya muchos años y de habernos llevado a la ruina. Y digo “todos” porque, aun cuando muchos se proclaman íntegros e inocentes, todos guardan un cobarde y delictivo silencio sobre las actitudes de sus compañeros corruptos sin que nadie se atreva a denunciar la corrupción que ven en sus partidos convirtiéndose así en cómplices del delito. Y ante este panorama ¿vamos a entrar en su juego para que sigan haciendo lo que hasta ahora siempre han hecho utilizando nuestro apoyo en beneficio de unos partidos corruptos controlados por sus cúpulas oligárquicas?
Volver a las urnas el día 21 de octubre para “votar” mientras no cambien las reglas del juego es para pensarlo dos veces si uno no quiere arrepentirse después. Y para cambiar las reglas del juego hacen falta líderes honestos con poder de los que España en estos momentos carece y una sociedad civil con energías regeneradoras suficientes para exigir el cambio de este corrupto sistema político por una auténtica democracia. Dos condiciones que en este país hoy no se dan.
José María Rodríguez