¿Por qué he escrito lo anterior? Lo escribí porque quizás la auténtica Navidad verdadera, es la que pasa por nuestras vidas de una forma casi inadvertida por su sencillez, sin algarabías preñadas del hedonismo proliferante en esa pasada Navidad, al igual que en otras, se acaban de vivir en el marco de una tradición heredada, con esa especie de imagen costumbrista decimonónica. Y precisamente, en ese tipo y fechas de la Navidad folclórica, es una de las épocas del año donde se produce un mayor número de suicidios, y cuando más aumentan los casos de depresión, en comparación a los otros meses del año.
Esto viene sucediendo, en una sociedad como la nuestra que, pese a vestirse con sus “capas blancas navideñas”, al tiempo que entona bobaliconas letras de villancicos como la siguiente: “Pero mira como beben los peces en el río; pero mira como beben…”, y que por otra parte, como tan acertadamente manifestó ya en su momento Álvaro Pombo, no deja de ser una imbecilidad propia de peces.
Por todo ello, estas mis apreciaciones, posiblemente algunos las tachen como propias de un “mala uva”, pero si es así, lo lamento por el fariseo de turno que trate de rasgarse las vestiduras; eso sí, de una forma muy hipócrita, por lo que estoy manifestando, dando por sentado, el que posiblemente dichos hipócritas fariseos, casi seguro podrían ser determinados políticos de tres al cuarto, o quizás algún que otro religioso con miopía espiritual de tipo más o menos crónico o congénito; pero eso a mi lo mismo me da, porque ambas clases farisaicas como suele decirse, a éste ya maduro Obispo que viste y calza, “me la traen al pairo”. ¿Vale? Porque a estas alturas de “la peli” y en pleno siglo XXI, no se puede seguir generando una falsa idea de felicidad de forma artificial, por más turrón y reyes magos que se le eche encima a la cuestión, porque cuando esa ilusión choca con la cruda realidad que hoy están viviendo, miles y miles de nuestros compatriotas; esa realidad, además de causar el rechazo y provocar la nausea, debido a la proliferación de tantos y tantos corruptos, y que son los verdaderos culpables de las pobrezas, miserias, hambres y hasta suicidios de otros conciudadanos, llegando también a ser los causantes de tanta depresión, tristeza y profunda rabia y furia contenida que, está causando estragos por doquier actualmente en España. Y ante tanta y tanta prepotencia, y tanta injusticia vil, rastrera y cobarde, que se ampara en la prepotencia arrogante y alarmante que hoy impera en esta nuestra pseudodemocracia, la cual es mera partitocracia que de facto tiempo ha, y tras una denominada transición mal entendía y peor gestionada, desembocó en el escandaloso sistema que hoy padecemos y “disfrutamos”, donde una crisis sin limite económica, nos trajo paralelamente una crisis galopante de valores, y donde la más elemental ética democrática, sencillamente se pisotea o se obvia a diario, habiendo convertido al tan cacareado Estado Social y de Derecho, en una burda proclama vacía de contenido, ya que dicho Estado en la practica, da la impresión que hace algunos años falleció, y por si alguien aun lo duda, ahí están los cientos de desahuciados, suicidios, paro, desesperación, etc. junto a esa banca y cajas rescatadas, los jetas gurtelianos, o los “made in tarjetas negras”, los ERES y una amplia corte de etc. etc., con sus correspondientes cortesanos.
Ni los premiados por la Lotería de Navidad con el gordo, ni los que serán agraciados dentro de tan sólo unas horas por la Lotería de “El Niño”, ni la imagen de familia feliz de las películas que, estos días pasan por las cadenas de televisión y en muchas salas de cine, junto a ese vago sentimiento del llamado “espíritu de la Navidad”, el cual se achaca a una especie de mágica solidaridad que en el fondo, en la gran mayoría de los casos, sólo sirve para evitar el sentirse culpable y con la conciencia tranquila. Porque la realidad; la única y verdadera realidad, no es así de etérea, ni de mágica, porque la misma se vive ante los múltiples y graves problemas económicos de tantas y tantas familias, en esta España nuestra que en un alarde de supremo masoquismo continua siendo “amante de Frascuelo y de María”.
Y todo esto que sucede, nos lleva hoy obligatoriamente, a esa especie de examen de conciencia que supone el cambio de año, y dicho examen nos llevará también inexorablemente, a ver y comprender las metas logradas, y el buen número de las no alcanzadas; bien por nuestra propia culpa, o por culpa de quienes desataron la actual crisis, y de aquellos quienes aun la han gestionado peor.
Con esa Navidad tradicional que hemos dejado atrás, cargada de regalos, mesas bien surtidas con exquisitos manjares y licores, zambomba, gaita y pandereta, es fácil perder el verdadero rumbo y Norte, debido a ese escenario con sus personajes cada uno ataviado con su “capa blanca navideña”, y hasta en determinados casos, acompañando a esa vestimenta a modo de complemento, luciendo además una solemne borrachera, aun cuando y para ratificarse en ese espíritu pseudonavideño, y como para ayudar a la esencia de tan magna escenificación, algunos hasta posiblemente han asistido a la Misa del gallo llegada la media noche pese a la consabida resaca.
Creo que en estas pasadas fiestas navideñas, al igual que en otras tantas que han quedado atrás, ocurre como con ese amor que se vende hoy en día, lo mismo que se vendió a lo largo de la historia, el cual viene a resultar que ese amor de la navidad de “capa blanca” tradicional, a la hora de la verdad llegado enero y pasado el día de reyes, podemos comprobar que el mismo, es tan ilusorio como irreal, y que la inmensa mayoría de las veces sólo dura “eternamente” unas horas, y en multitud de casos, ni unas horas, sino escasos minutos.
Y todo esto que ocurre, hoy, aquí y ahora, es porque nos están vendiendo una vida irreal: irreal como los Días del Padre, de la Madre o de los Enamorados, cuando es ya bien sabido el que la mayoría de padres, madres y enamorados de la sociedad en la que vivimos, están cada vez más lejos de esa imagen que han propiciado y difundido por todos los medios, la políticas de marketing comerciales.
Y ya dicho todo lo anterior, debemos de saber y darnos cuenta, de que la vida auténtica, la Navidad verdadera, es aquella que pasa a nuestro lado de una forma muy sencilla y casi inadvertida, encarnada en esa madre que cada día lucha por los suyos. En ese padre que no flaquea ni un ápice en sus esfuerzos por mantener a flote a su familia. En ese hijo que a pesar de desilusiones y las desesperanzas, alza su frente y llama ilusión a labrarse un futuro, incluso a día de hoy, igual que en el pasado aun no tan lejano, emprendiendo con tristeza la senda de la emigración.
Llegados hasta aquí, es de obligada reflexión que recordemos por unos instantes, de que el Jesús que nació en Belén en aquella única, verdadera y auténtica Navidad, y que revolucionó la Historia con su vida y con su mensaje, pasó treinta navidades de su vida totalmente inadvertido para muchos como el hijo del carpintero, posiblemente sacando adelante a su madre tras la muerte de José. Ese Jesús que él mismo se autoproclamó como Hijo del Hombre y que trabajó día a día, sin más sentido ni propósito que el de amar a los suyos hasta el fin; ese Jesús que pisó los polvorientos caminos de la Palestina de su tiempo, con frecuencia hemos olvidado y que vivió de espaldas a muchas cosas con las que ahora adornamos esas navidades de nuestra sociedad de preñadas de consumo hasta la medula, en las cuales se visten las “capas blancas”, en lugar de seguir al Jesús que se acostó cada noche sabiendo que había cumplido con su obligación; y entre esa obligación figuró la de amar con sinceridad, sin tener que vestirse con “capa blanca navideña”; denunciar todo tipo de injusticias, incluidas las de corrupción, insolidaridad, etc., sin importarle el nombre, cargo o puesto social prominente que ocupara, el autor o autores culpables de esas injusticias y corrupciones, hasta el punto en que no dudó en calificar a un rey, como lo era Herodes, con el fuerte calificativo de “vieja zorra”.
Son precisamente esas treinta navidades olvidadas de quien nación en Belén de Judá el día de Navidad, las que tendríamos que hacer presentes y activas en la vida de cada uno de nosotros, ahora que ya han pasado las fiestas navideñas del jolgorio, el marketing y de las “capas blancas”.
+Eduardo A. Domínguez Vilar
Obispo de la AOC