En Lourenzá recordé emocionada a mi progenitor con los sones de la rondalla Son do Sil. Les agradezco a sus miembros cada una de las notas musicales que interpretaron durante el concierto que dieron en Lourenzá ataviados con sus uniformes de gala y sus fagines color crema.
Se percibe la gaita gallega tañer acordes armónicos que reclaman la presencia del público en los claustros del monasterio benedictino de San Salvador, en Vilanova de Lourenzá. La sonoridad del instrumento en un marco tan inconmensurable, junto al deceso de la tarde y el nacimiento de las sombras convocan a un concierto de la rondalla Son do Sil. Treinta voces masculinas, perfectamente acompasadas; una puesta en escena elegante y fina que no perturba escuchar el ritmo alborozado de guitarras, laúdes, acordeones y percusión.
Diligentes concertistas, hábiles presentadores de la historia de cada interpretación, incitaron con destreza a quienes presenciaban su actuación implicándoles en el repertorio de boleros, baladas, rock and roll y otros estilos pegadizos que hicieron las delicias de los presentes.
Son do Sil, música sublime: melodía, armonía y ritmo, alegría pegadiza de los intérpretes e impecable interactuación con los espectadores de tan magno recital. Los músicos demostraron potencia en sus afinadas voces, clase y mucho gusto en la interpretación, mientras hacían un hermoso homenaje con su música a los pueblos latinoamericanos.