Esta ciudad encantada debe conocerse a través de sus Obispos o del fabulador mágico e inmortal, Cunqueiro. Así, en 1705 procedente de aquella Álava en la que hice país por la libertad durante varias décadas, el Obispo Navarrete Ladrón de Guevara describe a Roma lo que representa su Diócesis -relationes ad limina- constituida por 370 parroquias regidas por 240 párrocos, una Catedral con 24 Canónigos, 13 monasterios. Se queja de la situación en que se encuentran los dos Seminarios, el de Mondoñedo con 12 internos y el de Viveiro con 8.
Pero será el Obispo Losada Quiroga, quien reforme los estudios del Seminario y en 1780 los incorpora a la Universidad de Santiago, logrando una afluencia anual con más de 400 estudiantes.
Con Álvaro Cunqueiro nace una nueva mitología, gallega, partiendo de referencias bibliográficas infinitas y sólo alcanzables por alguien culto, lector y creador. Nos hace sentir la sombra de Merlín y familia cuando las calles de Vallibria son espejos por la lluvia y reflejan las sombras de los ausentes, de tal suerte que a la vuelta de cualquier esquina podemos encontrarnos a Simbad que desembarcó en el puerto de Noís. Y es que su reino-nuestro- de la lluvia, guarda secretos de amores entre modistas y seminaristas.
No hay mayor honor que ser Cronista de tal ciudad. Así, Andrés Reigosa ha recogido la fórmula de la reina Ginebra para detener el tiempo, que antes tuvo Lence Santar, el hombre de barbas blancas que tanto impresionó a ilustres visitantes.
Pablo Mosquera.