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Larga vida a nuestro Mondoñedo

Gallego es, un ser vivo que siempre está de paso, hasta que vuelve a casa. Si además nació en el norte de Galicia, es Mindoniense, Britoniense, Mariñano. Por esta razón, es justo y necesario acudir cada octubre a ver como las hojas de color ocre de la Alameda entre Los Remedios y el Hospital de San Pablo, se van transformando en láminas de oro, mientras una brisa las hace bajar por la calle del Obispo Sarmiento. La misma que nos detiene ante la dulcería “Vall de Brea” para premiarnos, a nosotros mismos, con un milhojas de los que hace Magín; y así dar gracias ante el Peto de Ánimas que está justo enfrente de tal querido establecimiento que regenta Ángeles.

Este Mondoñedo nuestro que cada año nos cita a la Feria de San Lucas, haciendo de sus calles, la plaza de su Catedral o del Concello, un lugar para encontrar a las diversas generaciones de amigos con carta de naturaleza en la provincia -mar del norte- del Antiguo Reino. Ciudad rica en aguas, pan y latín. Y es que, Mondoñedo imprime carácter, de ahí la pléyade de escritores, artistas, músicos, médicos, paladines de la cultura al servicio de las gentes.

Esta ciudad encantada debe conocerse a través de sus Obispos o del fabulador mágico e inmortal, Cunqueiro. Así, en 1705 procedente de aquella Álava en la que hice país por la libertad durante varias décadas, el Obispo Navarrete Ladrón de Guevara describe a Roma lo que representa su Diócesis -relationes ad limina- constituida por 370 parroquias regidas por 240 párrocos, una Catedral con 24 Canónigos, 13 monasterios. Se queja de la situación en que se encuentran los dos Seminarios, el de Mondoñedo con 12 internos y el de Viveiro con 8.

Pero será el Obispo Losada Quiroga, quien reforme los estudios del Seminario y en 1780 los incorpora a la Universidad de Santiago, logrando una afluencia anual con más de 400 estudiantes.

Con Álvaro Cunqueiro nace una nueva mitología, gallega, partiendo de referencias bibliográficas infinitas y sólo alcanzables por alguien culto, lector y creador. Nos hace sentir la sombra de Merlín y familia cuando las calles de Vallibria son espejos por la lluvia y reflejan las sombras de los ausentes, de tal suerte que a la vuelta de cualquier esquina podemos encontrarnos a Simbad que desembarcó en el puerto de Noís. Y es que su reino-nuestro- de la lluvia, guarda secretos de amores entre modistas y seminaristas.

No hay mayor honor que ser Cronista de tal ciudad. Así, Andrés Reigosa ha recogido la fórmula de la reina Ginebra para detener el tiempo, que antes tuvo Lence Santar, el hombre de barbas blancas que tanto impresionó a ilustres visitantes.

Pablo Mosquera.

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