Una de mis carreras universitarias tiene mucho que ver con las personas mayores y sus padecimientos y, créanme, cada día me sorprendo a mí misma escuchando estulticias de que los ancianos son egoístas, que si el carácter se les agria, de que los niños pequeños no deben ver personas enfermas porque se traumatizan, porque no hablan locuazmente de temas de actualidad, …Disculpas banales y anodinas. En todos los ámbitos de nuestra sociedad hay excepciones, pero yo conozco personas jóvenes y de mediana edad muy egoístas, con muy desabrida naturaleza y que no tienen registros diversos de conversación y forman parte de nuestra comunidad social. Entonces ¿por qué nuestros abuelos no pueden hacerlo?
En cuanto a la afirmación de que los niños no deben ver como sus mayores envejecen siento disentir notablemente. Creo con firmeza que nuestros descendientes deben conocer la salud y la enfermedad para darse cuenta de las dificultades que nos presenta la senda de la vida; deben ver el deterioro de sus abuelos para ser conscientes del cariño y del apoyo que necesitan y en su madurez esos jóvenes estarán plenos de humanidad. No debe ser una vergüenza tener a nuestros mayores en casa, sino todo un lujo y un honor por la sabiduríay el amor que son capaces de transmitir; aunque padezcan enfermedades cognitivas, siempre tienen momentos de lucidez que expresan prodigios a través de sus ojos. Además, el cariño que podamos darles es sumamente agradecido porque, aún en uno de los casos más graves, aunque ellos no nos conozcan nosotros sí somos sabedores de que son nuestros padres o nuestros abuelos y que en su día se esforzaron por cuidarnos y porque hoy seamos las personas que somos.