Agustín, un hombre demasiado joven para morir, era dado a sentarse en una silla, sobre un lado y con las piernas cruzadas. Escuchaba incansable a quien le hablaba y argumentaba con pasión sobre cualquier tema del que se hablara con él, aunque nosotros siempre acabábamos hablando de libros, nuestra gran pasión común. De carácter afable y cuerpo menudo, en su semblante siempre aparecía una amplia sonrisa cuando me reconocía. Este incansable escritor, reconocido con innumerables premios más que merecidos, escribía sin parar y de él aprendí concienzudamente a llenar multitud de libretas con tramas y personajes que se me van ocurriendo, para luego pulirlos para mis libros. Una de sus frases favoritas para mí era cuando me decía: “la inspiración no existe para quien no la trabaja”. El es ejemplo de un gran trabajador de las letras para todos los escritores que le conocíamos o para quienes hayan leído sus libros. Le gustaba visitar los colegios y seguir en contacto con la juventud. Mis hijos tienen todos sus libros firmados de su puño y letra y serán guardados como tesoros.
Gracias Agustín Fernández Paz por tantos momentos inolvidables en los que tanto aprendí de literatura hablando contigo, del amor por las cosas más insignificantes, por ser un vecino humilde y cariñoso con todos los habitantes de A Chaira, en especial de Vilalba, en donde tú naciste y yo me crié. Gracias por tus grandes obras que leerán con pasión las generaciones venideras. Y un fuerte y cariñoso abrazo para tu familia por tan grave pérdida.
Rhodéa Blasón