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“¿Cómo emplear el tiempo que nos queda?”

A veces el vértigo está en el tiempo que ha pasado, como el agua entre la manos. A veces el vértigo lo produce la realidad: somos capítulos de historia o historias, tenemos un presente instalado en la incomodidad, fruto del saber -ocupa lugar y produce malestar- pero descubrimos que nuestro futuro es incierto, en cantidad y calidad.
Lo dicho viene a cuento de sendos hechos personales. Una médico de familia, madre de mis dos hijos, se jubila la próxima semana, entre cariñosas despedidas y consciencia de haber llegado al final de una historia que comenzó en la Facultad de la Universidad Autónoma de Barcelona, hace casi medio siglo. Estos días, son noticias las residencias para mayores que nacen en Ribadeo, Foz y San Ciprián, por lo que mi amigo Quico Pernas Coldeira me comentó. Lo mismo que compartimos equipo de futbol, puede que nos toque compartir residencia para mayores…
A la doctora Aldecoa -nos legó la biblioteca de su padre al Seminario Estudos Terra de Viveiro- le da vértigo discurrir sobre como ocupará el tiempo. Siempre he dicho que un médico no se jubila nunca. Otra cuestión es trabajar por cuenta ajena y ganar un sueldo. Los conocimientos de la medicina pueden y deben seguir siendo útiles a la sociedad- Cabanela de Mondoñedo, se jubiló y se hizo médico cooperante- Creo en el voluntariado, en ser y estar a disposición de la sociedad en la que seguimos viviendo.
Hay tres nuevas oportunidades para el tiempo que nos sobra. Viajar conociendo mejor nuestro país, nuestra provincia, nuestro concello. Decía Cunqueiro que hay “unha Galiza doutro tempo, que perdura nos camiños, nos poemas, nunha cunca de viño, na fin da terra”. Perderse en la cultura, la que está en las viejas librerías, en el paisaje urbano o rural, en los museos, en las Catedrales o en los Faros, en islas, puertos y montañas, entre el animal fuego de unha lareira escuchando música. O buscando los antecedentes de nuestra “tribu”-frase de Paco Piñeiro cuando habla de su Mondoñedo natal- esos paraísos dónde están las fuentes del Baptisterio para la vida que antaño inicio la estirpe de la que formamos parte -sangre jacobina-.
Tertulia, lectura y escritura pueden llenar nuestra vida. Pero hay algo que ni los medios de comunicación o distracción audio visual, ni la capacidad infinita de internet pueden sustituir. La oportunidad de ser y hacer lo que la madurez nos enseñó era nuestra auténtica vocación. Y es que la vida nos ha obligado a elegir profesión, cuando no estábamos preparados. Por eso, hay una segunda oportunidad para esos veteranos que acuden al Conservatorio para aprender música, o a una Escuela de Artes y Oficios para ser artesanos, artistas, creativos, actores, periodistas, o hacer una costera en un barco para escribir una novela como “Gran Sol” de Ignacio Aldecoa. La novela del tiempo en que somos libres, sin ataduras.

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