Hace un año que llegó a nuestras vidas para ponerlas patas arriba. Estos 12 meses no cuentan porque no hemos podido ser nosotros, no hemos podido hacer lo que nos gusta, no hemos sido libres.
El covid19 nos ha robado todo. Lo más importante han sido las miles de vidas que se han quedado en el camino. La salud ya no es la misma.
Muchos de los que padecieron la pandemia tienen secuelas. Con los enfermos de otras patologías la deuda es muy grande. Todo se paralizó y se ralentizó por culpa del coronavirus. Y no hay derecho.
Este ladrón, que lleva tantos meses entre nosotros, nos ha robado besos, abrazos, caricias, sonrisas, el contacto con nuestras familias y amigos; y eso es imperdonable. Hay un daño psicológico muy grande en nuestro interior, que nos hace sentirnos culpables de algo que no hemos ocasionado, que nos ha llegado envuelto en forma de restricciones, de confinamientos, de recomendaciones, de prohibiciones, de cierres, de miedos, de dudas, etc. A quien competa, así no.
El mal hecho a nuestros mayores es irreparable, al igual que lo es el provocado en todas esas personas, que por decisión propia o por circunstancias diversas, viven solas. La pena, la tristeza, el aburrimiento, la falta de cariño, la ausencia de vida social, de actividades, también matan. A quien competa, así no.
Salvar vidas, por supuesto. Pero hay muchos daños colaterales que será prácticamente imposible reparar. Pensemos en ellos y hagamos lo que esté en nuestra mano por minimizarlos.
Carmen Cruzado (Periodista)