No salgo de mi asombro desde hace unos días. Me parece alucinante que se convierta en noticia un niño que después de hacer una trastada deja una nota de disculpa con el teléfono de contacto de sus padres. Eso debería ser lo normal, lo habitual y lo correcto. Lo contrario, que sea excepcional lo ocurrido en Sevilla, debería hacernos reflexionar. Para mí quiere decir que vivimos en una sociedad con muy poca educación y sin valores, que no respeta a nadie ni a nada. Y a esto es necesario darle una vuelta de forma urgente.
Siendo niña y adolescente recuerdo que cuando iba en autobús mis padres me enseñaron, por ejemplo, que le cediese mi asiento a las personas mayores; que saludase con un buenos días a quien me encontrase por las calles del barrio; y que fuese respetuosa con todo el mundo, aunque nuestra forma de pensar y de ver la vida fuesen diferentes. Y se lo agradezco porque sigo perteneciendo a una generación para la que la educación y el respeto fueron pilares fundamentales.
Algunas de las que vinieron después son las del acoso escolar, las que con sus actitudes violentan a los profesores, las que muestran poco respeto por los adultos, sean incluso padres o abuelos, las que tienen que llevar la razón por encima de todo, las que acuden a eventos deportivos a insultar al adversario o a los árbitros… En resumen, las que agreden a voces o con hechos.
En una sociedad con educación y con valores ni una cosa ni la otra deberían ser noticia, ni la buena ni las malas.