A la hora en que estoy escribiendo el presente artículo, hace dos horas que fallecía en la Clínica Cemtro de Madrid, el ex –presidente Adolfo Suárez, y como todos los mortales, él acaba de realizar ese transito por el que un día tendremos que pasar cada uno de nosotros, y quien fuera el primer Presidente de la actual democracia, y uno de los protagonistas de la denominada transición, emprendió ese viaje único, hacia la gran aurora envuelta en el misterio, arropado por el amor de los suyos y el agradecimiento sincero de una inmensa mayoría de españoles –entre los que me encuentro-, que fuimos testigos de aquella transición, casi modélica, pero no del todo, pues en política la perfección al cien por cien no existe. Por eso hoy, creo que cumpliendo con un noble deber, como lo es el de ser agradecidos, me permito escribir estas líneas en agradecimiento y sencillo homenaje, al hombre y español de pro, cuya obra ya nadie puede negar, al margen de cualquier tipo de ideología política; obra que ha sido transcendente para todos, cualquiera que sea el lugar de la piel de toro en que habitemos.
Aquel 9 de junio de 1976, antes de ser elegido presidente del Gobierno, Adolfo Suárez, en su discurso al presentar la Ley de Asociaciones Política ante el Pleno de las Cortes, comenzó citando los versos de Machado siguientes:
“Está el hoy abierto al mañana,
mañana al infinito.
Hombres de España;
ni el pasado ha muerto,
ni está el mañana ni el ayer escrito.”
Por aquellas ya lejanas fechas quien esto escribe, como un gallego más emigrante, residía en Suiza, y dos año y medio más tarde del arribo de la democracia a España, regresé para afincarme por un tiempo en mi tierra natal de Burela; tiempo que abarcó los cuatro primeros años de la que fue la primera legislatura democrática a las municipales, y cuando aun Burela estaba integrada y formaba parte de municipio de Cervo, donde tuve el gran honor y privilegio de haber sido elegido y servido como concejal, de aquella primera legislatura democrática a las municipales que, supuso una andadura real decididamente democrática, habiendo vivido algunas de sus peripecias y avatares, tras haber residido catorce años fuera de España, en un país en el que desde hacía ya mucho tiempo, existía una democracia modélica, y donde toda clase de referéndums han sido siempre de carácter vinculante, como a día de hoy aun continua siéndolo en la Confederación Helvética; tal vez debido a eso, desde un primer momento sin poder evitarlo, sentí desde el primer momento del arribo y establecimiento de la democracia en España, una especial empatía con el presidente Adolfo Suárez
Otra fecha a recordar de un muy destacado protagonismo en la vida y trayectoria política de Adolfo Suárez, fue la del 25 de octubre de 1977, cuando se firmaron los conocidos y tan necesarios entonces Pactos de la Moncloa, y cabe señalar además el que ya nunca después por desgracia del pueblo español, jamás ningún otro presidente del Gobierno, logró reunir a la totalidad de los líderes representantes de todos los partidos políticos, para suscribir un gran pacto o acuerdo a nivel de alcance nacional, para sacar al país adelante, como deberían de hacer actualmente nuestros políticos de turno, ante la crisis plena y total, no sólo económica, sino también de toda clase de valores propios inherentes a todo sistema democrático que de tal se precie, dado que como estamos viendo, la democracia real, le está siendo secuestrada día a día al pueblo, por la actual partitocracia existente que ya no es de recibo y que no tiene la menor justificación, partitocracia que de facto está convirtiendo a España, en una especie de “república paterara” regida por una democracia coja que va camino de convertirse en minusválida y tetraplejica, si nadie le pone remedio, lo cual hace que en el marco actual, la figura de Adolfo Suárez, por una mera compasión, emerja como uno de los más grandes gobernantes políticos habidos a lo largo de todos los tiempos en España.
El 23 F de aquel mes de febrero de 1981, fue un ejemplo más del arrojo, valentía, decisión, capacidad y hombría del presidente Suárez. Pero anterior a este segundo intento de golpe de Estado, se perpetró aquel primero conocido por “Operación Galaxia” en noviembre de 1978. En ambos intentos golpistas, los golpistas que llevaron a cabo y perpetrado ambos intentos, fueron unos elementos esperpénticos, los protagonistas visibles, no de un verdadero y genuino patriotismo, tal y como siempre han pretendido, sino que en realidad fueron –y algunos aun se empecinan en continuar siéndolo-, las viles y ruines marionetas, de un ridículo neofascismo irracional, semianalfabeto, impropio de verdaderos y auténticos patriotas, y menos aun de españoles en posesión verdadera de heroicos valores militares y sentido del honor y del deber que, para vergüenza y deshonor, aun hace tan sólo pocos días, elementos de esa condición, han protagonizado otro acto antidemocrático ilegal más, de sus ya archiconocidas bufonadas.
Adolfo Suárez, presidente del Gobierno de España ejemplar; el hombre que tras una recordada victoria electoral el 15 de junio de 1977; el político honrado y eficaz que logró sentar a la mesa a todas las fuerzas políticas con el único objetivo de sacar a España hacia delante, llegado el momento todo la decisión voluntaria de presentar su dimisión irrevocable, para facilitar una alternativa política al país tras crisis de complot.
Promovidos por intereses personalistas ruines y bastardos, para de esa forma poder facilitar la gobernabilidad del país por aquel entonces. Sólo un político exento de egoísmos personales y al tiempo también poseedor de una gran templanza y gran mira de alturas, con madera no sólo de mero gobernante, sino también de gran estadista, puede gobernar de forma plenamente consciente de su deber, como lo hizo Adolfo Suárez, hasta el punto que al contemplar hoy, aquí y ahora, la multitud de corrupción puesta en evidencia en un número exagerada de miembros de nuestra clase política a todos los niveles, junto con la carencia de idoneidad y actitud que se ha venido evidenciando a lo largo de las últimas legislaturas, hacen que las distancias de aquellos políticos de la primera andadura democrática, tras la dictadura, nos da la sensación que dista años luz de los políticos que en la actualidad estoicamente padecemos. Y da lo mismo a que sector pertenezcan estos, del amplio abanico existente hoy, en esta que por desgracia, aun da la impresión que continua siendo aquella España descrita en palabras del poeta, como la España, “amante de Frascuelo y de María”.
Algunas cosas desafortunadamente, no se solucionaron debidamente en las etapas de gobierno de Adolfo Suárez, y ello ha condicionado algunas cuestiones que hasta hoy persisten y que podemos considerar a día de hoy, como asignaturas pendientes para el arribo de valores propios de una democracia real de Derecho, más social y más justa. Eso tan mal hecho, fue el haber condicionado la Constitución por un pacto pre –constitucional, hecho a espaldas del pueblo español y jamás sometido a ningún tipo de consulta o referéndum, como lo fueron los Acuerdos a nivel de Estado que Suárez firmó con el Estado Vaticano en sustitución de los antiguos Concordatos que con el Vaticano firmara en su día el régimen de la dictadura de Franco, y debido a eso aun hoy en España de facto, no existe una verdadera separación entre el Estado Español y todas sus instituciones y la Iglesia Católica dependiente del Estado Vaticano. Este fue uno de los males propios de aquel gobierno de la UCD en la que cohabitaban y pugnaban por sus derechos en su seno, los democratacristianos y los socialdemócratas que la formaban; pugnas y divergencias de intereses que, fueron también los causantes del descalabro y desaparición de la UCD que fundara Adolfo Suárez.
Pese a lo anterior, aun teniendo muy presente ese hándicap, uno de los líderes del protestantismo español, el periodista y escritos, Juan Antonio Monroy, al enterarse de la noticia del fallecimiento de Adolfo Suárez, manifestaba estas palabras: “De todos los presidentes habidos tras la muerte de Franco, Adolfo Suárez fue quien mejor entendió el profundo significado de la libertad religiosa, y quien más hizo por promoverla.”
En la vida de Adolfo Suárez, se cebó tras su etapa de gobierno, la tragedia familiar. La enfermedad y la muerte visitaron quizás en demasiadas ocasiones a la familia Suárez. Amparo Illana, la esposa del ex –presidente, murió en 2001, tras una larga batalla contra el cáncer de mama. Tres años después, Mariam Suárez, acabó perdiendo la guerra que libraba desde once años antes contra la misma enfermedad que su madre.
El Alzheimer le fue ganando la partida al ex presidente Adolfo Suárez, desde su comienzo en el año 2003. Y llegó el momento en el que la llama que ardía en la antorcha de Suárez, se ha apagado este 23 de marzo de 2014, pero la luz de sus logros seguirá iluminando la historia de España para siempre.
Presidente Adolfo Suárez, que el Señor te acoja en su seno. Descansa en Paz. Amén.
23 de marzo de 2014
Eduardo A. Domínguez Vilar
Obispo