El ERE de los Reyes Magos
Observo con ilusión y cierta nostalgia, los nervios que asoman estos días entre los más pequeños mientras esperan la llegada de los Magos de Oriente. En este año que se antoja demasiado difícil para muchos, sus majestades no se han salvado de los recortes y también ellos han establecido un techo de gasto para no endeudarse demasiado.
Melchor, el más veterano, estuvo meditando en hacer un ERE en la Institución Real y despedir a alguno de sus compañeros con sus correspondientes cortes para ahorrar y poder cumplir con los compromisos con los niños. Hubo una etapa terrible en la que los niños pedían demasiado y el esfuerzo personal y económico le pasó factura a la empresa milenaria de la ilusión.
Gaspar hacía tiempo que intuía lo que pasaba por la cabeza de Melchor y miraba a Baltasar de reojo. Incluso llegó a insinuarle a Melchor que de despedir a alguien pensara en hacerlo con los que habían llegado del “extranjero”. Este mal ambiente generado por la situación económica, acabó de convencer al buen Mago para dejar las cosas como estaban, en cuanto a personal, para ahorrarse disgustos propios y ajenos, pues Baltasar también tenía una familia que mantener y pensaba sobre todo en sus hijos y en la riqueza que para su pueblo, suponían los trabajadores de su corte.
La buena cabeza del Rey Mago, había impedido que la plantilla en épocas de bonanza se incrementara en exceso, manteniendo el equilibrio de reyes y cortes; además, siempre había mantenido un gasto más o menos estricto en función de los ingresos de siempre, pues sabía que los ingresos extras de las vacas gordas no durarían siempre. Después de pensar y repensar y hacer números, Melchor decidió reducir con el buen criterio de costumbre, en lo siguiente:
En trajes de gala, pues siempre habían cuidado con esmero sus ropas y estaban en perfecto estado para poder usarlas.
En asesores, pues su experiencia y sabiduría conjunta sería suficiente para afrontar los problemas que pudieran surgir en el camino.
En estrellas, ya que de tanto recorrer el camino, lo sabían de memoria y no necesitaban una luz especial que los guiara.
En camellos, puesto que al reducirse el número de regalos, no necesitarían un número tan importante de ellos.
En caramelos, ya que está demostrado que los niños no necesitan dulces en exceso para ser felices.
Y así fue, como con un poco de cabeza y sentido común, Melchor salvó a la institución de los Magos de Oriente de un ERE.
Beatriz Vázquez Monroy