Eduardo A. Domínguez Vilar.- Por aquello de que el pasado día 14 de Febrero, se agasajó a un tal San Valentín, de quien con su magistral pluma, el por mi admirado y habitual colaborador de Crónica 3, Suso Fernández, nos aportó como él suele hacerlo siempre, con ese su docto y amplio bagaje intelectual y cultural, todos los datos biográficos de San Valentín; datos que van unidos de forma indisoluble a la leyenda que, sobre dicho santo nos legó la tradición, lo cual siempre es de agradecer, si bien yo me pregunto; ¿por qué precisamente tiene que ser el día de San Valentín el denominado como “Día de los Enamorados”?…La historia y la leyenda de San Valentín, no da pié creo yo para eso, pues si éste sacerdote romano no tuvo novia, ni jamás contrajo matrimonio, si no escribió cartas de amor a muchacha alguna que las guardara entre suspiros del corazón, ¿por qué relacionarlo con el amor y dedicarle un día al año?
Pregúntenselo ustedes al viento, porque no existe razón alguna con cierta lógica.
Pero siglos antes de que ustedes y yo, estimados lectores de Crónica 3 hubiésemos nacido, el día 14 de febrero estaba dedicado al amor.
Pero yo creo de que para el amor, deberían de ser aptos todos y cada uno de los meses del año, con todos sus días y todas sus horas, porque del amor siempre debería de hablarse cada día del año, incluso con la boca cerrada.
Yo no voy a pelearme, porque no quiero, ni lo deseo, con la tradición que nos trae cada año el mes de febrero con su día 14 de San Valentín. En lugar de eso yo me prometí a mi mismo hace ya mucho tiempo, de que seguiré la tradición. Escribiré y hablaré sobre el amor hasta agotar el tema o se acabe febrero. Esto segundo lo creo viable. Lo primero, no. En tanto que exista una estrella brillando en el firmamento existirá el amor. En tanto que los soñadores y poetas reciban como pago una sonrisa cómplice agradecida, y en tanto que ese banquero mayor que es Dios, continúe ingresando en las cuentas corrientes de todos los seres enamorados del amor, el saldo precioso de un clavel reventón; yo seguiré hablando y escribiendo sobre el don y el misterio del amor. Y cuando la tierra perezca por fuego, cuando dejen de nacer niños y niñas, cuando los cielos de los cielos se plieguen y los abismos abran sus puertas, no les quepa la menor duda, de que aun así, y a pesar de todos los pesares, el amor seguirá su ciclo, porque amor es el mismo corazón de Dios habitando en las alturas, en esa dimensión misteriosa, pero real desde donde fluye el amor.
Cualquier Diccionario o Enciclopedia, nos dirá que misterio es todo aquello que no podemos comprender ni explicar. Así, Dios es misterio, al igual que lo es su existencia. Y la muerte. Y el alma. Y la Trinidad Divina. Y la Encarnación. Y el más allá. Y el amor, es un misterio también a pesar de todas las explicaciones que la ciencia nos aportó sobre la bioquímica del amor entre los seres humanos. Como igualmente también es todo un misterio, pero mucho más prosaico y terreno, el misterio de la razón, por la cual un determinado número de demagogos y cantamañanas de turno, han triunfado en la política, en esta España nuestra, “amante de Frascuelo y de María”. Por lo dicho, está muy claro, de que vivimos rodeados de misterio, porque misterio somos nosotros mismos. Como decía el apóstol Pablo, hacemos lo que no queremos y dejamos de hacer lo que queremos. No nos comprendemos, ni podemos explicarnos, porque nosotros mismos llevados indefectiblemente a fin de cuentas, el misterio enraizado en lo más profundo de nuestro ser.
En su precioso libro, ESTUDIOS SOBRE EL AMOR, Ortega y Gasset afirma que, “el amor es el más grande de los misterios. Incluso más grande que el misterio de Dios, porque a Dios no lo vemos, pero al amor lo tenemos entre nosotros”.
En la historia de la literatura antigua, existen tres grandes libros sobre el amor. Uno es el CANTAR DE LOS CANTARES, incrustado entre las páginas de la Biblia como una gozosa sorpresa. Este libro no menciona ni una sola vez a Dios, pero enaltece su obra más hermosa y fecunda, porque sublimiza el amor. Otro libro es, EL BANQUETE, de Platón. Otro, EL ARTE DE AMAR de Ovidio.
El sabio rey Salomón, escribió EL CANTAR DE LOS CANTARES, unos mil años antes del nacimiento de Cristo. Platón, el gran filósofo griego, compuso EL BANQUETE, cinco siglos antes de la venida de ese mismo Cristo a la tierra. Y Ovidio, el poeta latino, nació en Roma 43 años antes de ese mismo Jesús de Galilea a quien denominamos Cristo, evento que tuvo lugar en aquella pequeña aldea llamada Belén Efrata, que significa, “Casa del Pan Fructífero”, y que sin duda fue el lugar, donde la máxima expresión del amor se encarnó.
Y a todo esto, ¿qué es el amor? He aquí algunas definiciones:
“El amor es la fuerza estremecedora que empuja el mundo hacia adelante, la potencia cósmica que llevamos dentro” (Susana March, escritora española).
“El amor es una especie de perfume. La flor que exhala este perfume es la más bella de la creación: la mujer” (Alfredo de Mussete, poeta francés).
“¿Quieres saber qué es el amor? Eso que abrigas en el alma. Siéntelo para ti, pero no me lo preguntes” (Gustabo Adolfo Bécquer, poeta español).
“El amor es la poesía de la persona que no hace versos, la idea de la persona que no piensa, la novela de la persona que no escribe”. (Edmund Goncourt, escritor y poeta francés).
“El camino más excelente” (Apóstol Pablo).
“Dicen que el hombre no es hombre, mientras no oye su nombre de labios de una mujer.” (Así lo afirmo Antonio Machado).
Un sentimiento eterno: “Las muchas aguas no podrán apagar el amor, ni lo ahogarán los ríos. Si diese el hombre todos los bienes de su casa por este amor, de cierto lo menospreciaría” (Rey Salomón).
Ciertamente, el mar con sus muchas aguas, no puede apagar las llamas del fuego del amor. Los ríos, por muy caudalosos o impetuosos que corran, no pueden lograr ahogar los anhelos de amor que brotan del alma. Todas las fortunas de la tierra, reunidas en tesoros tentadores, no serán nunca suficientes, para poder comprar el amor verdadero.
Esto es amor. Quien lo vive lo sabe.
Sin obviar nada de lo anterior, podría suceder que en determinados casos al amor, tal y como lo dijera en su día Jardiel Poncela, llegue un momento el que pudiera correr el riego de pasarle algo similar a un determinado y frecuente incidente culinario. Veamos: “El amor es como la salsa mayonesa; cuando se corta, hay que tirarlo y empezar otro nuevo”; o como lo comparó Jacinto Benavente al constatar: “El amor es como Don Quijote; cuando recobra el juicio, es para morir”, cosa que me parece una triste fatalidad. Y quizás todo lo anterior pudiera muy bien suceder, no en todos lo casos, afortunadamente, debido precisamente a lo que nos enseñó sobre el amor nuestro gran Ortega y Gasset, cuando lo definió como; “un estado de imbecilidad transitoria que no se puede mantener bioquímicamente por mucho tiempo”. Pero al margen de tales aseveraciones, en tanto que ese amor esté sinceramente arraigado, también es bien cierto de que es conveniente que los amantes se sirvan del protocolo adecuado a la hora de plasmar físicamente su amor, pues como ya dijera igualmente en su día, el ya citado Enrique Jardiel Poncela; “al amor, al baño y a la tumba, se debe de ir desnudo”, quizás porque el amor no precisa de lujosas vestimentas de etiqueta, tanto es así que haciendo del amor una comparativa con la practica deportiva, el humorista y escritor, Noel Clarasó manifestó aquello de que; “el amor es el único deporte que no se interrumpe por falta de luz.”
¡Feliz mes del amor a todas y a todos los lectores…y que les dure estimadas amigas y amigos de Crónica 3.