Los ojos son el espejo del alma, del espíritu y del pensamiento de los humanos. En ellos se refleja todo lo que transcurre por nuestra mente y por nuestro corazón. Aunque nos parezca mentira, en los luceros se puede “leer” mucho sobre la personalidad del prójimo y en relación a sus virtudes y defectos. Por desgracia, en la actualidad somos pocas las personas que nos fijamos en este hecho, ya que la vida nos ajetrea con rauda presteza y descuidamos los detalles más sensibles para sumergirnos en esa manada de sociedad superficial que hemos creado.
Los ojos, independientemente de su color, “hablan y dicen mucho” de su propietario. Sólo tenemos que observar con atención y nos dirán más que sus palabras. Hemos olvidado el valor de la contemplación y el análisis que nos llevan a percibir sentimientos, sensaciones, … y a detallar, reflexionar y distinguir los hábitos, capacidades, energías, moralidad, honestidad o templanza del ser humano.
El valor de una mirada. Si es límpida, transparente, lúcida, fresca, …otorga a quien la recibe un agasajo gratificante. Un presente que permanecerá en la retina del receptor para siempre. Huyamos de ojeadas vacías, negativas, adversas y nocivas, no sólo para quien las recibe, sino que también para el que las porta.
El gesto de una mirada positiva es para mí un regalo que nunca agradeceré lo suficiente. Tiene un valor fundamental en mi vida y siempre recuerdo a las personas por sus ojos y por lo que me transmite su mirada. Gracias a quienes me contagian y emiten tanta erudicción y conocimiento a través de sus fanales que me hacen rememorarlos imperecederamente en mi mente y en mi corazón.