Eduardo A. Domínguez Vilar.-
Yo soy el poeta, hijo de esta tierra…
que gestado fui sobre roca atlante.
Mi madre fue una ola;
mi padre fue el viento…
Mi padrino el Sol…
Mi cuna, el firmamento….
Me envolvieron con mantas de galernas….
y me arrullaron cantos de gaviotas.
Mi biberón; la Rosa de los Vientos,
me amamantó de paz y amores ancestrales,
en burelesa tierra, junto al Monte Castelo;
en pleno corazón de la Costa Lucense,
que es la verde Mariña,
que al mar cautivó siempre.
Todo fue grande al comenzar: la vida,
elemental, ceñida,
tan sólo a los parámetros divinos.
Y a mi me parecía, con mi mente de niño,
el que no había odio en los ojos,
ni “11-M” nefastos en esta tierra mía;
pese a que cuando nací,
aun reciente en la memoria había,
una guerra civil, fratricida entre hermanos,
en la que sin excepción,
todos habíamos perdido.
Por eso yo no vi a nadie nunca en mi Burela,
volver a conjugar el verbo de la ira.
rechazando la vuelta a crueles,
e insensatas hazañas de “cruzadas”,
o a “santos” y execrables terrorismos,
frutos de odio e impiedad,
que sumen a los pueblos,
en luto y opresión,
junto con la injusticia y sin razón:
Yugos de prejuicios, crímenes y miserias.
No había ya malicia entre paisanos.
No existía mentira;
para emprender la guerra,
ruin, cobarde y asesina,
como fue la de Irak,
o la de otros lugares hoy en día,
tales como en Afganistán,
Israel, Libia, Corea, Palestina,
Bosnia, Ucrania, o el Líbano,
y otros tantos lugares de esta tierra,
sin olvidar al Sahara doliente,
que España abandonó a su nefasta suerte,
en un aciago, oscuro de reciente pasado,
de cobarde vergüenza y desatino.
Porque en esta mi tierra,
dulce, melosa,” enxebre” de Galicia,
sólo tenemos ansias,
de de vientos de Progreso;
Justicia y Libertad.
No de crisis y guerras.
Ni del peso de cadenas y grilletes,
de vieja dictadura.
que en reciente pasado,
con vesánica saña,
nos hundió en el atraso, el temor y la rabia.
Y es por eso que al fin, llegada la luz de la
razón, trajo esta democracia, por todos
esperada, que un buen día arribó,
a esta tierra sufrida, tantos años vejada,
para que al fin el Sol de la Paz anhelada,
pusiera sus raíces en nuestra gran nación,
y que tras treinta años, la misma está en
peligro, por la partitocracia que ahora
impera, y que la ha hecho injusta,
estéril, sumida en agonía de derechos.
Ya no estallaron ni minas, ni granadas;
y no se atrincheraban junto a las
barricadas.
¡Aquí solo votamos en urnas de esperanza y
primavera!
Y mi tierra llegó a ser, un país de pesca y
sementera, y de fuentes lústrales… ya por
fin se pararon, de cavar más trincheras.
Y aquella furia nazi, reducida a rescoldos
y a paramos yermos,
cesaba de oficiar el grito aterrador,
de la venganza artera,
que tras de la contienda,
con saña y vesania,
prodigó tirano vencedor,
de oprobio y cobardía.
Ya las balas no acechan los caminos,
ni se hacinan juntos los cadáveres,
entre las sepulturas,
como en aquel imperio que antaño,
nos legó, cuarenta años de paz de cementerio.
Y por desgracia aun hoy,
de ello dan testimonio,
en nuestra vieja España,
esos restos que yacen por doquier,
esparcidos por cunetas y paramos,
de nobles hijos de esta madre patria,
vilmente asesinados,
esperando el momento a ser reivindicados,
y justamente honrados por la Memoria Sacra,
de España y de su Historia.
Ahora por fin llegó, casi sin darnos cuenta,
otro divino imperio de amor y de armonía,
fraguado con esfuerzo de tesón y valor,
en larga primavera de florecer demócrata,
la cual un “23 F”, aquellos miserables,
adictos al golpismo quisieron suprimir,
ignorando que al fin, la vida y la alegría,
eran dones sagrados, impresos en el alma,
de un pueblo que anhelaba,
con sed de muchos años, la venturosa Paz;
sin los vientos, ni sombras,
de los tiempos nefastos de tristes dictaduras.
Y el trigo era y es el fecundo milagro de la hoz;
y el trabajo, un creativo afán,
del quehacer campesino,
de industria y marinero…
Y arriba, en las alturas, la sonrisa de Dios…
Y en el horno encendido,
la bendición del pan de cada día.
Los niños hasta ayer,
dejaron de jugar con armas de juguete,
a las mil y una batallas…
La mañana era azul,
y la tarde, reguero de violetas….
El humo del fuego de la guerra,
en esta tierra mía,
no quemaba los flacos de las lomas,
olvidando el pasado…
Y en los cielos de Oriente y Occidente,
no surcaban aviones con misiles;
sólo había desfiles de palomas….
y cayeron por siempre los telones de acero, y
aquel muro afrentoso ubicado en Berlín.
Pero llegó la crisis galopante,
y todo de repente,
se fue tornando oscuro,
y colores de guerras,
con trincheras de fuego,
de nuevo aparecieron,
en todas las fronteras.
Y en algunos lugares,
se hizo estéril la tierra;
sus campesinos no usaron azadones,
sino hierros de guerra,
igual que los humildes pescadores,
que trocaron sus artes por cañones.
Y así, las hoces, las redes y los arados,
sustituidos fueron, por las artillerías,
y los carros blindados.
Y todo el Occidente y el Oriente,
llenó sus avenidas con trincheras.
Y es por eso que los pájaros no cantan…
no perfuma la flor…
las guitarras no vibran con bambucos;
en las tierras de América Latina,
y las gaitas sonoras de mi Galicia Celta,
enmudecen a ratos…
Ya no son cornamusas de alegría;
solamente hay responsos…baladas de dolor.
Porque el terror etarra,
asesino y traidor;
apareció un día en mi tierra de paz;
si bien ahora al fin, parece que agoniza,
después de haber causado,
tanta muerte y dolor.
Pero a pesar de todo, hoy cualquiera diría,
que de Oriente a Occidente,
vulnerado de muerte y de apatía,
agonizó el amor.
Soy un hijo de la verde Galicia,
Joya que fue engarzada,
en la hermosa corona,
de los países Celtas:
¡Siete perlas preciosas
rutilantes de estrellas!;
y Galicia entre ellas,
la insigne y bien amada,
Patria de Breogan.
Esa hija olvidada,
por siglos en la Historia.
Y ante eso, hoy en pié,
clamo por la Justicia y por la Paz…
erguido… armado de pluma y de papel…
de verbo…de palabra…
como un noble guerrero de esta tierra,
que apela al sentimiento y a la razón,
sin odios, sin fusil;
sin guerras aun presentes u olvidadas,
que sembraron la muerte y la aflicción;
el dolor, el hambre y la miseria,
como lo hace hoy aquí la corrupción,
la crisis de derechos ciudadanos,
el incivil desahucio a las familias,
que provocó fatales suicidios,
y estafa en Preferentes,
de banqueros de bancos inhumanos.
¡Que retorne el Derecho!
Que se le instaure al pueblo,
lo que ahora de hecho,
se le viene negando,
desde la transición:
la autentica y legitima,
democracia real,
dentro de un verdadero,
Estado de Derecho,
genuino y Social,
sin la actual parodia,
que en su lugar nos dan.
Y así poner final,
a ese paro in crescendo,
de injusticia social,
que ha sumido en pobreza,
insolidaridad y hambre,
a este país doliente,
que camina indolente,
a su impuesto Calvario,
por los lobbys y clanes,
de perversos dominios,
político-inmorales;
que han traído al pueblo;
herido y maltratado,
y que ya ahora de nuevo,
también represaliado,
con mordazas tejidas,
en falsa democracia,
de Estado de Derecho,
vacío de Derechos,y en aras de unas metas,
que no son las del pueblo.
Un pueblo que ahora emigra,
como lo hiciera antaño,
en busca de ese pan,
que en la España doliente,
se le niega y no encuentra.
Y por eso gritando con denuedo,
desde este mi pueblo de Burela,
en la Galicia noble, entrañable y fecunda,
proclamo al mundo entero;
en una fecha hito,
de esperanza y promesa,
como este uno de Enero;
que abogo por la Paz, que parece olvidada,
en esta Europa triste, insocial e inhumana,
vendida a mercaderes,
por tres cuartos de nada,
para que toda la tierra vuelva a ser,
lo que Dios quiso siempre que fuera:
¡una réplica fiel del Paraíso!
Y desde esta tribuna inmaculada,
que me brinda el poema;
clamo por esa Paz, solidaria y humana.
Burela, 1 de enero de 2014
Rev. Eduardo A. Domínguez Vilar